La historia del foie gras se remonta hasta la época de los faraones donde trataban a la oca como un animal sagrado, pero es el sentido práctico del hombre el que lleva a utilizar este animal para la producción de un manjar muy apreciado por la corte. Esas prácticas quedan patentes en los murales hallados en la tumba de TI, poderoso consejero real de un Faraón de la Vª dinastía, donde se puede apreciar diferentes prácticas el proceso de elaboración del foie gras.
Esta práctica se extendió poco a poco desde Egipto hacia el Mediterráneo hasta llegar a los griegos, que también embuchaban sus ocas para producir foie gras. Por su lado, los romanos fueron los que lo introdujeron como plato gastronómico. Marco Gavio Apicio fue un gastrónomo al que se le atribuye el único libro sobre cocina romana que ha llegado hasta nuestros días. En el se habla de la alimentación de los gansos con higos desecados para hipertrofiar sus hígados.
Con la caída del Imperio Romano, 450 d.C., la tradición del embuchado de ocas cambia de manos, y son los Visigodos los que lo continúan. En Al Andalus, el agrónomo sevillano Ibn Al Awwam redactó entre finales del siglo XII y principios del XIII el Libro de la Agricultura en el que desvela el secreto para hacer engordar los hígados de pato, con una pasta hecha a base de sésamo tostado y de hortalizas. El secreto del agrónomo sevillano es compartido por otros, como Ibn El Beithar, célebre farmacólogo malagueño que vivió en el siglo XII. Este último cuenta que “el hígado de pato que se ha cebado preparando su alimento con leche es muy delicado y muy alimenticio”.
Con la llegada del maíz a Europa en 1.496, empieza a generalizarse su uso hasta dejar los higos casi en el olvido.